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ÁNGELA RAMOS (Callao, 1896 – Lima, 1988)

Amo la enseñanza aunque no la pedagogía. Me hubiera gustado ser maestra más que cualquier otra cosa. “Enseñar es renacer y verse reproducida en mil mentes”.

(Ángela Ramos)

DE “UNA VIDA SIN TREGUA.”

 

Mujer sin par, inteligente hasta en la ironía, radical en la defensa de la verdad, sublime ante la vida e irrenunciable defensora de los derechos humanos.

 

La primera periodista peruana de aquellas del reportaje arriesgado, de la entrevista sin concesiones, de la denuncia sin sensacionalismo. Hizo diarismo sin caer en la monotonía de la prensa frívola, practicó un periodismo de crítica, análisis e interpretación, aquél que hace de los mass media la biblioteca de la sociedad contemporánea.

 

Íntimamente confesó que ingresó al periodismo como una forma de compensar su inclinación de maestra no lograda, descubriendo en su ejercicio una manera extraordinaria de enseñanza colectiva a distancia, compatible con el mundo actual.

 

Ingresó al periodismo con una denuncia, salida de su inquieta alma ante el injustificado despido de su padre de una empresa transnacional, este hecho hizo salir la espontánea luchadora. Ella preparó unas cuartillas que brotaron instantáneas de sus manos, que al verlas Zoila Aurora Cáceres -la hija del legendario Brujo de los Andes-, trasmitió al inteligente Oscar Miró Quesada (RACSO), quien alentó su difusión en El Comercio. Este impulso justiciero, la puso en contacto con la redacción y el linotipo, que serían sus inseparables compañeros de por vida.

 

No hubo redacción limeña que no solicitara las inteligentes notas de la fémina periodista, allí están sus trabajos en Mundial, Variedades, La Crónica, La Noche, Panoramas y Cascabel, entre otras publicaciones.

 

Formó parte de esta generación vanguardista, que dejó de lado los prejuicios conventuales del siglo XIX, que bebió del arielismo y del modernismo y cuya síntesis produjo una revolución en la cultura peruana. Estarán entre sus amistades el pintor José Sabogal, el poeta José María Eguren, la escritora María Wiesse, el poeta César Vallejo, el dibujante José Vinatea Reinoso, el poeta Martín Adán, el ensayista José Carlos Mariátegui, el crítico Luis Alberto Sánchez, el músico Alfonso da Silva y el poeta Juan Parra del Riego. En su ámbito natural del periodismo estuvo cerca de Federico More, Andrés Aramburú (padre), Ezequiel Balarezo Pinillos (Gastón Roger), Félix del Valle, Ladislao Meza, Aurelio Miró Quesada, Felipe Rotalde -con quien se casó-, César Miró, Juan José Lora y Julio Málaga Grenet.

 

No fue una mujer bella, en tanto asociamos belleza a docilidad, delicadeza y pasividad; empero, siempre atrajo la admiración de los espíritus más exigentes, su pluma y su talento imanó la devoción platónica de muchos, entre los que estuvo el romántico José Santos Chocano o el singular César Vallejo. Esta mujer versátil, no sólo se limitó al arte, sino a recorrer todas las expresiones humanas, entrevistó al gran futbolista “Manguera” Villanueva, al líder liberal colombiano Jorge Eliécer Gaitán (cuyo asesinato desencadenó una sangrienta guerra civil en su país), al poeta José Gálvez y al presidente Alessandri de Chile, entre otras personalidades de su época.

 

Incursionó en el teatro como crítica primero y como criticada después, al convertirse en sobresaliente dramaturga al poner en escena su primera obra Por un marido (1921), comedia muy aplaudida, de subliminal denuncia feminista contrae el sometimiento marital. Con este éxito, puso en escena Te arrepientes Pedro (1923), El bandido Sandalias (1924) y La discípula (1931).

 

Creyó firmemente en la dignidad humana, centró su preocupación, justamente, en los parias y en el lumpen de la sociedad, que olvidados consumían sus días en las cárceles. Libró incesantes batallas por defender su condición humana, inclusive la de los más avezados, poniendo a prueba su inmensa humanidad, en aquellas mazmorras denigrantes, donde se perpetuaba la «deshumanización del hombre», como en la tristemente cárcel de Guadalupe, hoy felizmente clausurada gracias a sus permanentes denuncias.

 

Ángela Ramos fue una de nuestras más traviesas periodistas, le quitó el acartonamiento a la crónica, le trajo una frescura atrevida al periodismo. Si en el periodismo expresó su rebeldía con su gracioso desenfado; en la política fue sumamente seria y celosa con sus convicciones. Fue discípula de José Carlos Mariátegui, quien le trasmitió la utopía del socialismo del cual no se desprendió ni en sus momentos agónicos. Socorrió a sus camaradas perseguidos, sufrió hasta en dos oportunidades cárcel por sus ideas, renunció a la felicidad hogareña por una vida militante, su espíritu no dio tregua ni renuncia a la ética de sus convicciones

 

En el siglo XX, Ángela Ramos es menos al lado de Magda Portal o Carmen Saco, menos precursora de la construcción de un mundo que reconoce en la mujer la sociedad con equidad, construida en base a entrega, sacrificio y la inmensa alegría de su espíritu ameno.

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